Aún algunos personajes de la vida política y económica de nuestro país creen en la veracidad de la metáfora de la mano invisible de Adam Smith (1725-1790), la cual fue presentada por este economista y filósofo escocés, en su libro “La riqueza de las naciones”, en el año 1776.
Para Smith y sus seguidores de la escuela clásica y neoclásica, la economía de mercado es una herramienta con la cual se logra el máximo bienestar social mientras se busca el interés individual de los participantes, por lo cual para este autor la libre competencia es la mejor forma en que funciona la economía, sin la intervención gubernamental, la cual queda subsumida a la defensa interior y exterior de la nación, administración de justicia y proveer de bienes públicos comunes para todos, mientras que el resto debe ser regulado por esta mano invisible, que corresponde a la “inteligencia” del mercado para resolver las necesidades de las personas, mediante la confrontación de intereses individuales, guiando los mercados a qué producir, para quién producir y cómo producir, por ende esta teoría plantea que esta mano invisible logra incentivar y/o desalienta la producción de bienes y servicios, así mismo regula el mercado de los precios.
Señores, esto es una teoría útil para una economía perfecta, no para mercados insuficientes e imperfectos, ya que éstos tienden a la acumulación o concentración, ya sea monopolios (un productor), oligopolio (un vendedor), monopsonio (comprador único), por esto es impensable que la automatización del mercado resuelva las necesidades sociales de los integrantes de un país, de la justicia social, del cuidado del medio ambiente y sus recursos naturales.
Como se plantea en esta teoría, los bienes y servicios son adquiridos por quien está dispuesto a pagar el valor que se le está cobrando, básicamente un trueque entre el bien o servicio y la cantidad de billetes (moneda) que estoy dispuesto a entregar por él. Con este planteamiento es fácil pensar que esta “mano invisible” provee de caviar al rico, pero no da pan al pobre.
Son estas imperfecciones del mercado las cuales generan desigualdades sociales, como la polarización monetaria que nuestro país es un fiel representante de esta imperfección del mercado, hoy en día en Chile el 10% más rico gana 26.5 veces más que el 10% más pobre de la población, situándolo a la cabeza entre los países con mayor desigualdad en cuanto a distribución del ingreso, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), en su último informe a fines del año pasado.
Es por esto que para aquellos que aún creen que esta “mano invisible” solucionará los problemas sociales y las externalidades negativas del mercado, les recuerdo que es solo una metáfora plasmada en el año 1776, hoy en día el mercado no solo debe estar regulado por el gobierno garante, para que no existan irregularidades como los ya conocidos en Chile, por nombrar alguna de ellas el caso de la colusión del papel higiénico.
Pero también los consumidores debemos ser cautos al momento de entrar al mercado, debemos preferir los bienes y/o servicio de empresas que sean responsables socialmente, que valoren el crecimiento sostenible, que posean buenas políticas de recursos humanos, en definitiva premiar a quienes hacen las cosas bien.
Por: Pablo Toledo Aceituno Administrador Público/ MBA/ Alumno del programa de Doctorado en Administración de Empresas/ www.pablotoledoa.cl